22.1.18

El amanecer que nos regalamos.

Cuando se produce el amanecer es un momento hermoso.
No importa como esté el clima.
Lo cierto es que se abre a la luz un paisaje inevitable.
Es descubrir lo que antes estaba en tinieblas.
Escondido a la visión de nuestro vivir.
Y desaparecer el velo que mantenía en lo oculto todo lo que vemos.
El amanecer es como volver a nacer cada día.
Es el regalo que el tiempo nos brinda sin esforzarnos demasiado.
Es pasar del dormir a la vigilia cotidiana.
Contradice a lo nocturno por muchos instantes.
Se deja acariciar por la luz temprana de cualquier mañana.
También, es como despertarse antes del tiempo marcado del sueño.
No importando la hora, sino el deslumbrarse con la espléndida luz de cada día.
Amanecemos descubriendo como va a presentarse el transcurrir del tiempo.
Abrir los ojos es parte indispensable de ese instante.
También se dice que amanecimos cuando estamos en algún lugar.
Es como volar sobre la superficie de la tierra para aparecer allí.
Tiene que ver cuando notamos un cambio positivo de algo.
El esplendor amanece para demostrar lo mejor que podemos dar.
Y recibir con agrado lo que otros desean.
En beneficio de los instantes de bien que esperamos.
Hemos amanecido porque descubrimos ese momento intenso.
Que se presenta como sorpresa para poder continuar con lo que queremos.
Vivirlo es un reto y más aún disfrutándole.
Pensamos siempre que el amanecer tiene la obligación de ser bello.
Pero dependiendo del quién, será más o menos diferente.
Aunque en la naturaleza se dé de cierta manera repetida.
Amanecer es el nacer de siempre.
Cuando esto no se produce estamos en las tinieblas más tristes.
A veces la música ayuda a encontrarlo contrario a lo que el silencio impone.
Necesitamos amanecer para saber qué descubrimos y compartimos cada instante.
El amanecer se da en todos los climas demostrando que puede permanecer.

Hemos amanecido a pesar de todo y con ello, aceptar el regalo que se le hace a la vida.

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