10.11.17

¡La sorpresa, que bella! 

Es un acto que conlleva lo imprevisto.
Es un tanto de alteración de las emociones.
Alguien sorprendido puede llamar la atención.
Se manifiesta con expresiones del cuerpo.
De las manos o hasta dando saltos.
El rostro es su mayor sitio que lo demuestra.
Ahora, es una emoción que puede alegrar o no.
Depende del motivo se logran cambios en las expresiones.
Sobre todo en los ojos que se abren par darle su característica.
También la boca se muestra abierta, para darle un poco más de significado.
Lo cierto es, que siempre esperamos que la sorpresa se porte bien.
Y cuando esto ocurre la disfrutamos al máximo.
La sorpresa puede aparecerse en momentos menos esperados.
Entonces la aceptamos y hasta queremos que se repita.
Es por verlo de manera diferente un estímulo que te ayuda a despertar.
Te llenas de emociones diversas cuando hay una sorpresa.
Nuestro rostro cambia hacia la alegría o la tristeza.
Dependiendo del resultado inesperado.
Sorprender es un juego con las intenciones.
Y con ello se establece el recurso de la sorpresa.
La voz cambia cuando el que la produce lo logra.
Y de suspiro a grito quien la recibe.
Hay momentos que el llanto se arma para brindar la sorpresa.
También la risa se viste para recibirla.
Nos gusta sorprender pero no tanto que nos lo hagan.
Incluso, según la sorpresa, puede asustar.
De sorpresas está repleta la vida del día a día.
Sorpresa tras sorpresa caminamos contentos o tristes.
No importa lo que venga, siempre que nos ayude a estar contentos.
La sorpresa estará dispuesta a cambiar nuestro estado de ánimo.
Esperándola o no para que sea auténtica.

Finalmente, la queremos que se porte de manera bella.

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