18.9.17

Una hoja que parece estar...

¡Viva!
Sí, dentro de una pequeña cazuela con un poco de agua, hervía.
Era, preparándose una infusión de hiervas.
La olorosa y especialmente particular albahaca.
Y sin quedarse atrás por su olor, el epazote.
Ambas hojas fueron dispuestas en el agua que comenzaba a hervir.
La fuerza del agua en su estado de agitación la hacía moverse.
El agua, por supuesto no  concluía de quejarse.
Pero las hojas se movían con fuerza.
Una de las pequeñas hojas del epazote, en verdad gritaba.
La albahaca acostumbrada a ser aderezo de muchos platillos, resistía.
Miré a la angustiada hoja y me dio mucha pena.
Por regla general, creemos, que estos habitantes de la tierra, son insensibles.
¡En verdad la hoja sufría!
Sentí angustia y estuve a punto de retirarla.
De salvarla y volverla a su lugar.
Pero sabía que aquello era absurdo.
Y cuanto más veía a la hojita, más tenía que hacer algo.
Pero, por otro lado sabía de sus propiedades medicinales.
Me lo habían asegurado y esto era como entrar en contradicción.
No quería que la hoja sufriera, pero ello significaba no mejorar.
Pero no quería verla retorciéndose con tanto dolor.
¿Qué hacer en ese dilema?
En un momento la hoja pareció calmarse y mi expectación también.
Tal vez todo esto sea algo de especulación, pero mejor así.
Finalmente la hoja se tranquilizó vencida y resignada.
El agua hirviente la sumió en sus vapores.
Y la hoja se dio ayudando a otro humano que le requería.
Fue servida en una infusión caliente con su compañera la albahaca.
La miel le bajó y endulzó sus dolores.
Finalmente, todo el líquido fue servido con un poco de limón.

Y todavía embargado por la pena... me lo tomé.

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